La quema del Corán promovida por Terry Jones y consumada por Wayne Sapp adquiere tintes de fanatismo global, colgada en Youtube, coartada perfecta para otros ataques injustificables y muertes sangrientas en Afganistan. La denominada guerra del Corán recuerda la de las viñetas, tanto por la innecesaria “ofensa” como por la irracional reacción.
Por mi mente pasaron imágenes de Fahrenheit 451, imágenes de hogueras inquisitoriales, imágenes del 10 de mayo de 1933, cuando el régimen nazi ordenó quemar millones de libros de autores particularmente judíos o de izquierda como Sigmund Freud, Albert Einstein, Bertold Brecht, Franz Kafka, Vladimir Mayakovski. Recordé la popular frase de Heine, “Donde se queman libros se acaban quemando personas”.
Intolerancia, fanatismo, intransigencia y apelaciones a la violencia circulan de un modo preocupante a nivel macro y micro. Siempre me he preguntado si podemos permanecer como espectadores ante tanta desmesura. Hace unos días se presentaba en Madrid el informe elaborado por la FCJE y Movimiento contra la intolerancia que trazaba un panorama ciertamente sombrío y preocupante del antisemitismo en España, pintadas, cruces gamadas superpuestas a la estrella de David, boicots, viñetas y marchas insultantes, por citar algunos ejemplos.
A los que argumentan que la libertad de expresión no tiene límites gracias a la red habría que recordarles que no todo vale, ni videos incendiarios, ni grupos que atacan a los que tienen o no tienen creencia religiosa, ni discursos dogmáticos, ni quemas de libros, retratos o banderas, ni discursos negacionistas, ni llamamientos a guerras en nombre de ninguna causa. Habrá que apelar a la responsabilidad social frente a los irresponsables. Por eso, cuando la estrategia del odio campa libremente, va siendo hora de detener/denunciar las soflamas, los insultos, los anónimos, los comentarios y las espirales sanguinarias de la intransigencia. Interdiversity
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